lunes, 20 de junio de 2011

Pacho, en el Día de los Padres


Cuba Debate

Mientras leía el comentario de la lectora Gladys Regina a propósito de Messié Julián o, más bien, a propósito del valor de tener siempre a mano una buena música para escuchar, su mención a lo que representa en nuestra historia musical el sonido y la acción que gravitaron sobre la vida cubana por obra del cantante, autor, hombre de música Pacho Alonso, avivó en mi ánimo este domingo recuerdos y pareceres que no voy a dejar guardados entre las cuatro paredes de mi casa así como, tampoco, entre los dobleces de mi espíritu.

Todavía sin conocer su nombre, acepté recibir la visita de ” un muchacho santiaguero que es maestro y va a grabar para Gema” (según el santo y seña que escuché del dueño de ese sello discográfico, Guillermo Álvarez Guedes). “…a ver si tienes una canción nueva pero -fíjate-que sirva para hombre”. Al sello Gema le debo las primeras grabaciones de canciones mías, a partir de 1957 cuando ellos apostaron por Fernando Álvarez para lanzarlo como solista e incluyeron en su primer disco de larga duración tres de ellas, al amparo de su director musical, Bebo Valdés quien, lejos de mirarme por encima del hombro como principiante que era yo, emitió sobre mis primeras obras un juicio que me abrió las primeras puertas. En el momento en que transcurre el episodio que estoy trayendo a la conversación, ya el director de la compañía, en persona, se dirigía a mí cada cierto tiempo. Yo me dije: “si voy a recibir al muchacho y -ojalá-pueda dar en el clavo”.

Los buenos recuerdos se conservan sanos como el de la tarde que lo vi acercarse por la acera de mi casa en Almendares. Creo que, a más de medio siglo, podría pararme en el sitio exacto donde me encontraba, o mirar hacia el sitio exacto por donde apareció. No tengo que entrar a describir las impresiones que recibí en aquella visita: Pacho era tal como cantaba. Le canté algunas cosas pero le dije que iba a componer algo para él. Una canción me estaba ronroneando desde la noche anterior y trataría de que el argumento y la letra se ajustaran a él, es decir, que sirvieran para hombre y para mujer -que en aquella época eso se tenía muy en cuenta–. Él me invitó a que escuchara esa noche las transmisiones de radio que se ofrecían desde el Hotel Deauville, donde estaba actuando, para que pudiera relacionarme con su timbre y su manera de cantar. Estábamos en 1958, y nació así Tú no sospechas.

Tal como dijo el Maestro Adolfo Guzmán en una de sus más bellas canciones, “la vida tiene cosas caprichosas que nunca se podrán profetizar”. Pacho se aprendió la canción, me di el gusto de escuchársela en vivo pero demoró años en llevarla al disco y no lo hizo bajo el sello Gema sino, ya en los sesenta, para RCA Víctor. Antes que él, la grabaron Bola de Nieve, Elena Burke, el Cuarteto Voces Latinas, Orlando Vallejo y Miguel D’Gonzalo. El ritmo de la vida y la fabulosa fuerza del trabajo en vivo que tanto agradecieron sus contemporáneos a este intérprete en su conjunción magnífica de los primeros tiempos con Enrique Bonne y, más tarde, al calor (mejor sería decir bajo el fuego vivo) de aquel ritmo pilón que hizo bailar a medio mundo a lo largo de un buen trecho durante la corta -si bien intensa-vida de este cubano que de tal forma se dio a querer, dijeron la última palabra.

Lo que yo ignoraba aquella tarde que lo conocí creyendo que estábamos tratándonos de principiante a principiante, era que su camino había comenzado ya bastantes años atrás y que había cantado todos los géneros que se tocaban en orquestas y conjuntos ejerciendo como solista o -cosa que disfrutaba igualmente-formando parte de un elemento tan decisivo como lo es el coro. Me limité al cariño de los años, al recuerdo lindo; sólo en estos días, al calor de mi casi obligada visita al “diccionario de Radamés” con el ánimo de afilar la puntería, pude armar una idea justa acerca de sus antecedentes, esos que le calibraron el pulso para embridar sus insuperables Bocucos.

El espíritu emprendedor, el dinamismo y el amor a nuestra música que caracterizaron a Pacho Alonso (1928-1982) son el complemento de una imagen física imborrable y de un estilo que influyó en el arte de sus contemporáneos. Su descendencia se ha encargado de perpetuar los valores que el joven maestro santiaguero de los primeros tiempos se encargó de lustrar constantemente y dejar en orden. Vale la pena armar una buena colección (no importa que sean “quemados”) que nos permita, de vez en cuando, disfrutar de su sabroso legado.
La Habana, 19 de junio de 2011
Pacho Alonso interpreta “Tú no sospechas”

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