miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los cuatro "imprinting" de Wikileaks

Por Pino Cabras

Ahora que dicen que con las nuevas filtraciones de Wikileaks está explotando el “11-S” de la diplomacia, o mejor dicho el “11-S de Internet”, debe tenerse en cuenta una premisa: no hay personas ni tampoco organizaciones que sean capaces de leer 250.000 documentos en poco tiempo. Por lo tanto, sólo llega un flujo ya filtrado de documentos. Y quien los filtra, por ahora, es la vieja fábrica de los medios tradicionales. Si se tratase de un verdadero 11-S, estaríamos en la fase del trauma mediático inicial, el que nos da el “imprinting”, la aprehensión del nuevo mundo al que nos estamos asomando y las nuevas creencias en las que confiar. Una vez que este shock haya condicionado las mentes, sus sucesivas relecturas irán contra la corriente y por lo tanto partirán empeoradas.

El primer “impringting” está precisamente en la idea del trauma, la idea de la hora cero del acontecimiento. El medio es el mensaje. El medio y el mensaje dicen: vivir un trauma. Como si antes de filtrar secretos a través de Wikileaks no hubiera manera de interpretar la política, la diplomacia y los secretos, los normales entramados de los Estados. Como si la interpretación histórica –basada también en archivos y documentos pero durante lapsos más largos y meditados- debiera ceder el paso y aplanarse ante el emotivo acontecimiento.

El segundo “impringting” se relaciona con la importancia atribuida a los temas queridos por la diplomacia estadounidense. Leemos los informes de los embajadores, escritos en estilo franco y brutal, pero no por ello exentos de falsedad, de errores prospectivos, de prejuicios, de torpes banalidades. Tenemos por lo tanto una visión del mundo que no es la única existente. Se continúa, por ejemplo, enfatizando y cristalizando el temor a la inexistente bomba atómica iraní, mientras se ignoran las auténticas verdades israelíes. Wikileaks y los medios tradicionales, conjuntamente combinados, confirman en definitiva los temas de la agenda dominante pero trastocan los códigos de la diplomacia. Como el que hace la guerra pero desde la variante de la guerra psicológica.

El tercer “impringting” es el escándalo en la Web, de tal intensidad que es capaz de despertar a quienes a partir del caos quisieran establecer un nuevo orden en la red. Hace dos años publicamos la alarma del jurista que mejor conoce la red, Lawrence Lessig, quien pronosticaba que “está por producirse una especie de 11-S en Internet”, un acontecimiento que catalizará una modificación radical de las normas que regulan la red. Lessig señalaba que el Gobierno de los EEUU, así como tenía lista, mucho antes del 11 de setiembre, la Patriot Act, tenía ya preparada en algún archivo una “Patriot Act para la red”, esperando algún impactante evento que permitiera usarlo como pretexto para cambiar radicalmente el modo de funcionamiento de Internet. Como George W. Bush, también Obama está haciendo todo lo posible para tener, no ya una valijita nuclear, sino también los botones para desactivar la red. Por otra parte China hace tiempo que viene trazando el surco.

El cuarto impringting es la idea de que todos los secretos están registrados, bien custodiados en hojas con membrete de los aparatos y que, por lo tanto, tarde o temprano serán revelados incluyendo firma y número de protocolo. Sin embargo gran parte del verdadero poder está fuera del escenario: no escribe sus órdenes, no tiene cadenas de comandos totalmente reconocibles, es silencioso, se halla en circuitos extrainstitucionales, utiliza diferentes coberturas, estructuras paralelas de largas palancas. También se vale de aparatos y procedimientos legales, pero sin declarar con qué fines. Es una ilusión demasiado ingenua creer que Wikileaks puede desnudar todos los estratos del poder, tanto como suponer que sólo ampliando la transparencia liberal se pueden combatir los verdaderos poderes.

Del lado italiano y al margen de cualquier otra consideración, el Caimandrillo (mezcla de caimán y mandril) ha intuido que el caso Wikileaks lo golpea, y bastante duro, aunque dice que se ha reído mucho. Pero tal vez no haya sido tan estruendosamente. Él, dueño de un medio tradicional, la TV, que ha llevado hasta sus útimas consecuencias, desconfía de un medio que le es extraño y que no podrá controlar. Ahora habría que hacer saber también que hay otros caimanes dando vueltas por el mundo entre un “wild party” y otro, que azuzan a sus comunicadores para que denuncien que existe un complot internacional contra ellos. Los inventores del “tratamiento Boffo” (2) nada podrán contra un tratamiento Boffo al cubo. El Caimandrillo ha querido participar en el gran juego mundial, no como un líder que arrastra a una nación, sino como un patrón que la divide, la extenúa y no la incluye íntegramente. En el gran juego ahora aparece retratado en calzoncillos, ven lo que es: no es el dueño de Italia, sólo es el dueño de sus negocios. Otros patrones se preparan para descarnar un país dividido sin que se vislumbre una clase dirigente capaz de instalar un mínimo de soberanía nacional, de defender los intereses vitales de Italia.

N.de T.:
1) Impringting – huella, traza,impresión
2) El "tratamiento Boffo” se refiere a la campaña de desprestigio contra el Director del diario Avvenire, Dino Boffo, por haber criticado en un editorial la moral de Berlusconi. Este tipo de campaña se convirtió en una especie de sistema que golpeó sucesivamente a Gianfranco Fini, Presidente del Parlamento, o a Marcegaglia, presidente de la Patronal.

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