jueves, 1 de julio de 2010

Un año después

Por Edmundo Orellana


Un año después del Golpe de Estado muchas cosas pasaron. Muchas malas, por cierto.

Los problemas nacionales se van acumulando peligrosamente como en una olla de presión. Si no tienen escape, el país se expone a una convulsión sin paralelo en la historia nacional.

El gobierno está solo. Está solo porque nadie le ayuda. Muchos de sus funcionarios ya comenzaron a empujar sus candidaturas y con fuerza.

Trabajan para ello y no para el país. Pelean hasta por la cantidad de baches que tapan, con un despliegue publicitario cuyo costo es muy superior al de la reparación del bache.

Trabajan sin coordinación. Cada quien hace lo que quiere y como se le antoja. En tanto, andan exponiendo un plan que nadie pone en práctica porque si lo ejecutaran seguramente ya tendrían resultados positivos para la población.

Cansados de tanto desastre administrativo. Decidieron irse de vacaciones. Todos se fueron para Sudáfrica. Se fue el alcalde de la Capital, a pesar de que la ciudad quedó en medio de un caos de grandes proporciones después de la última tormenta tropical. Se fue también el presidente del congreso nacional.

Ante la indiferencia de sus compañeros y sin importarle las amenazas de Golpe de Estado, el jefe de gobierno decidió acompañarlos en sus vacaciones. El país quedó a la deriva. Y a nadie le importó.

Mientras tanto, la inseguridad ciudadana es cada vez más alarmante y el avance del crimen organizado ya nadie lo discute. La inseguridad jurídica tiene de correr a los inversionistas. La falta de trabajo es un factor de desestabilización cada vez mayor y más peligroso. El aumento de la canasta básica angustia a los hogares. El incremento de los impuestos hurta dinero de los bolsillos a los contribuyentes, que no ven a cambio ninguna contraprestación de parte del gobierno central o local. La clase media disminuye, crece la pobreza y la extrema pobreza se agiganta.

Un ejército formado en batalla para conseguir la comida diaria es más peligroso que un ejército regular listo para disparar.

La prestación de los servicios de salud ha tocado fondo. El dengue hemorrágico nos ganó la batalla por la negligencia de las autoridades de salud. Y allí está esa otra amenaza de la saturación de letrinas en los cerros, que la insalubridad que genera solo está compensada por la capacidad de generar anticuerpos de nuestros organismos, expuestos diariamente a una ciudad sucia y llena de basura.

La educación pareciera que ya no es una opción de progreso en el país, porque los niños reciben clase en el suelo, en escuelas con un solo profesor, y esto cuando hay clases.

El reconocimiento de la comunidad internacional ya no importa. Lo que venga será porque Dios así lo quiere. Eso es a lo que apuestan quienes insisten en que este gobierno sea una simple prolongación del gobierno de facto. Los responsables de la política exterior, cuando algo expresan al respecto, lo hacen en respuesta a preguntas de reporteros en una entrevista casual, en donde cada frase es una reacción apasionada, y en cada una se adivina cómo un desafío a la comunidad internacional; como que no importara que Honduras, a pesar de su fragilidad, quede al margen de la comunidad internacional.

A un año del Golpe de Estado y los problemas son más y peores. Con un gobierno, eso sí, desenfadado.

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