jueves, 1 de julio de 2010

A un año del golpe aún sangra la herida

Tiempo
Por Juan Antonio Martínez

Estamos de acuerdo que no debemos atormentarnos permanentemente con el recuerdo doloroso de aquella barbarie, sucedida justamente hace un año, cuando un puñado de aventureros políticos , confabulados con empresarios conservadores y militares ambiciosos depusieron y extrañaron del país al presidente constitucional, Manuel Zelaya Rosales, en una flagrante violación de la Constitución de la República y en contraposición con las normas democráticas que rigen el derecho internacional.

Pero se hace imposible olvidar la afrenta inferida al honor de la nación y los acontecimientos dolorosos que ocurrieron después del golpe, cuando los usurpadores  del poder reprimieron con saña inaudita las protestas del pueblo, que reclamaba en las calles el retorno a la legalidad secuestrada y la vigencia de las libertades conculcadas.

Imposible que el pueblo olvide a sus muertos caídos en defensa de la patria mancillada, ni que olvide las heridas inferidas a los muchos torturados. No podemos olvidar el estado de terror que implantó la dictadura. Ni las violaciones a los derechos humanos, ni el ultraje a las mujeres violadas por la policía. No se puede olvidar la represión festinada contra la resistencia popular, ni las violaciones a la libertad de prensa, ni a los encarcelados ni a los asfixiados con gases lacrimógenos. No podemos olvidar esa pesadilla de terror.

¡Sucedió hace justamente un año! Y aún no podemos borrar de nuestra memoria esos recuerdos tormentosos... Y cuando más queremos olvidar, reaparece en nuestra mente la imagen prepotente del efímero dictador, que en tan poco tiempo causó tanta desolación y daño al país. No podemos olvidar su envalentonada figura, propia de los dictadores fascistas, cuando insuflado de vanidad por los aplausos estipendiados de la prole vestida de blanco, gritaba con voz enronquecida ¡Viva Honduras! ¡Viva Honduras! ¡Viva Honduras!

Hace un año que la democracia está de luto, la familia hondureña dividida y el país sumido en una agobiante crisis económica. Sin embargo la estructura golpista se mantiene intacta, agazapada en oficinas ministeriales, en empresas económicas o en cuarteles, desafiante a cualquier intento de reconciliación. Los golpistas hablan de olvidar el pasado, pero sin mostrar siquiera un ápice de arrepentimiento por el crimen cometido contra la Patria, por el contrario, esgrimen el índice acusador en contra de sus victimas, responsabilizándolas por lo acontecido.

Desde aquel fatídico 28 de junio, Honduras ya no es la misma, gracias a la paranoia reaccionaria de los golpistas, que sin medir consecuencias, decidieron por consenso, sustituir la legalidad por la ilegalidad, la justicia por la injusticia, la paz por la confrontación y el odio, la democracia por la dictadura. ¿Y qué nos ha quedado de todo esto?

Ahora tenemos un país más empobrecido, sin recursos para atender sus necesidades básicas de salud y educación. Un país agobiado por el desempleo y una inflación galopante. Una sociedad dividida. Una nación acosada por la violencia y el crimen organizado. Una patria donde la justicia esta reservada para las clases dominantes. Una nación donde las huelgas de hambre consumen las esperanzas de los marginados de justicia.

A un año de la debacle que ensombreció la democracia en Honduras, el pueblo aun espera confiado el castigo de los culpables de los crímenes de “lesa humanidad” cometidos durante y después del golpe de Estado. Porque no puede haber reconciliación si no hay castigo para los que ilusamente creyeron defender la democracia, sin comprender que la Democracia es algo más que ese concepto estereotipado que concede privilegios, solamente a los grupos de poder.

A un año del golpe de Estado, en la conciencia del pueblo hondureño ha despertado, cual sol ardiente, un sentimiento nuevo de amor patrio que nutre su pensamiento y lo impulsa a luchar por una Honduras diferente. Por una patria nueva, con justicia para todos. Una patria nueva, refundada en la esperanza de un mañana mejor para todos.  A un año del golpe… aún sangra la herida, pero la lucha no se detiene.

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