jueves, 1 de julio de 2010

Herzog, el último diálogo

Adital
Por Frei Betto *

- Entonces qué, ¿no vas a dar los nombres y direcciones de tus camaradas del Partido Comunista?

Vladimir Herzog había sido torturado durante horas en el DOI-CODI de São Paulo. Al ser intimado a prestar declaración, el 24 de octubre de 1975, no andaba clandestino, vivía en una dirección fija, trabajaba de periodista, era casado y padre de dos hijos. Al ser citado por la policía imaginó que lo retendrían sólo el tiempo necesario para dar explicaciones y regresaría a dormir a su casa. Ahora tenía las muñecas marcadas por hilos de corriente eléctrica y lesiones provocadas por los choques en la uretra, en el ano y bajo las uñas.

- Ya dije que no estoy ligado a ningún partido -insistió Vlado. Tengo formación de izquierda, estoy contra la dictadura, pero no ejerzo militancia.

- ¡No tienes elección! O abres el pico o te suicidamos. Si quieres hacerte el héroe te va a ir mal.

- A quien les va a ir mal es a ustedes. Yo sé que tengo que morir un día, como todo el mundo. Pero ustedes, torturadores, asesinos, morirán maldecidos. Ninguna dictadura es eterna. Cuando el Brasil regrese a la democracia tendrán que dar cuenta del asesinato de Rubens Paiva, del martirio de Frei Tito y de tantos desaparecimientos y eliminaciones extrajudiciales.

- ¿Tú crees eso también? No seas tonto, hombre. Antes de que llegue la democracia los generales harán una ley eximiéndonos de cualquier responsabilidad. Una amnistía general e irrestricta. Porque en el Brasil los oficiales superiores son intocables. Nadie va a poder hacer nada. Si combatimos la subversión a nuestra manera es para defender al Estado. Nosotros somos la ley. Nosotros decidimos lo que es cierto o equivocado.

- Se engañan. El futuro no olvida. Los crímenes de los nazis fueron investigados y penalizados al terminar la Segunda Guerra Mundial. Donde haya un verdugo nazi en cualquier parte del mundo, allí será buscado, capturado y sancionado. La tortura y el exterminio extrajudicial son crímenes de lesa humanidad, imprescriptibles.

- Imprescriptibles en tu cabeza. Aquí en el Brasil la cosa es diferente. Los militares son intocables. ¿Quién se atreve a desafiar a los generales? Ellos están por encima de  la ley. Y nosotros, que nos manchamos las manos bajo sus órdenes, tenemos cubiertas las espaldas.

- Puedo salir muerto de aquí, suicidado por ustedes, a ejemplo de tantos que pasaron por los entresijos de la dictadura, como Virgilio Gomes da Silva. Pero una cosa es cierta: a pesar de la venda en los ojos, la Justicia no es ciega. Los militares no se sientan en los sillones del Supremo Tribunal Federal. Un día este tribunal habrá de reconocer que los responsables de los crímenes de la dictadura no pueden ser amnistiados. Sólo merece amnistía el que primero fue juzgado como criminal y debidamente castigado.

- Tú, como todo izquierdista, eres un soñador. ¿Tú crees que si un día yo tuviera que pasar vergüenza por hacer lo que hago, estaría aquí manchando las manos de sangre? Quédate tranquilo, nuestra gente va a hacer una ley para borrar todo este período de excepción. Ustedes tampoco serán castigados.

- ¿Cómo que no seremos? Nosotros ya estamos siendo severamente castigados por luchar por la vuelta de la democracia. Castigados con cárcel, torturas, muerte, desaparecimiento, exilio, censura. Pero tengo confianza de que, más tarde o más temprano, se hará justicia en el Brasil.

- ¡Eres un idealista, hombre! ¿Crees que en este país haya un juez con agallas para enfrentar a los militares? Si un día una de esas instituciones estúpidas que andan por ahí defendiendo los derechos humanos, como la OAB y la CNBB, exigieran investigar, van a romperse la cara. En el Brasil la ley de la fuerza siempre habló más alto que la fuerza de la ley. No habrá ni un juez con valor para llevarnos al banquillo de los tribunales. Aquí para quien está por arriba de la carne seca todo termina en pizza. Ésa es la costumbre. En el Brasil el poder siempre ha sabido hacer una tortilla sin romper los huevos.

Vladimir Herzog fue suicidado el 25 de octubre de 1975. Tenía 38 años. Según la versión del Ejército se ahorcó con su propio cinto. Las normas del DOI-CODI determinaban que ningún prisionero podía ser ingresado en una celda llevando cinto, corbata o cordones de zapatos.

El día 30 de abril del 2010 el STF decretó la segunda muerte de Vladimir Herzog al absolver, por 7 votos a 2, los crímenes horribles cometidos por la dictadura militar brasileña a lo largo de 21 años.

* Autor de "Diario de Fernando. En las cárceles de la dictadura militar brasileña", entre otros libros.  http://www.freibetto.org  - Twitter:@freibetto
Contacto - MHPAL - Agência Literária (mhpal@terra.com.br)
Traducción de J.L.Burguet].

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